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Io capitano: ilustra la brutalidad racista de la migración, pero pierde el camino que conecta su causa fundamental

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03 Marzo 2024 154 visitas

Las estadísticas sobre la naturaleza mortal del viaje de los migrantes de África a Europa son sombrías. Sólo en 2023, 3.000 personas murieron intentando cruzar el Mediterráneo (Guardian, 15 de febrero de 2024). Muchos otros han muerto en el viaje a través del Sahara hasta la costa de Libia. Los gobiernos de diferentes países europeos están unidos en sus esfuerzos por cerrar las puertas. La primera ministra “post” fascista de Italia, Giorgia Meloni, está intentando inducir al gobierno de Albania a establecer “campos de tránsito” para los posibles inmigrantes a Italia. A Túnez se le paga para que devuelva a inmigrantes de piel oscura al África subsahariana. Los inmigrantes que llegan sanos y salvos a Italia pueden enfrentarse a un confinamiento prolongado y con frecuencia se ven obligados a aceptar trabajos que les pagan tan solo diez euros al día, si es que encuentran trabajo. Las vidas de las personas que huyen de los efectos del imperialismo y el cambio climático (hambre, guerra, pobreza, superexplotación) valen, desde el punto de vista de las clases dominantes del mundo, casi nada.

Es la gran virtud de “Io Capitano” de Matteo Garrone –celebrada en el Festival de Cine de Venecia y nominada a la categoría de Largometraje Internacional de los premios Oscar de este año– que estas estadísticas tomen rostros y nombres. Desde un punto de vista político de izquierda, la película invita a la crítica. Pero este relato de dos adolescentes senegaleses que atraviesan Níger y el desierto del Sahara en busca de una vida mejor es muy duro y muy conmovedor. Los dos personajes principales, Seydou y Moussa, están interpretados por jóvenes (Seydou Sarr y Moustapha Fall) sin experiencia actoral previa; Hablan en wolof, una lengua senegalesa, lo que requiere que el público los entienda mediante subtítulos. Se les advierte que el viaje que planean está lleno de cadáveres. Pero aun así buscan la bendición de sus antepasados y se embarcan en una “aventura” (como ellos la ven) que pronto se convierte en una pesadilla. Son asaltados por bandidos y presencian la muerte de compañeros de viaje abandonados en el desierto. En Libia están encarcelados en condiciones repugnantes y presencian torturas con fuego y amputaciones; Seydou es esclavizado como obrero de la construcción. Cuando finalmente logran llegar a la orilla, se les permite el paso en un barco oxidado y superpoblado con la condición de que Seydou, que nunca antes había visto el mar, actúe como capitán. (Como no es adulto, no puede ser arrestado y los propietarios del barco no pueden ser acusados de tráfico criminal). Las últimas tomas de la película muestran la costa italiana asomando a la vista. Seydou, quien ha estado proclamando con orgullo: “¡Io capitano!” (“¡Soy el capitán!”), tiene una mirada preocupada en su hermoso rostro joven.

“Io Capitano” no se concibe desde un punto de vista políticamente radical. Se basa en una amplia consulta de Garrone con un migrante marfileño, Mamadou Kouassi, cuyo viaje de tres años a Italia fue aún más violento y trágico. Muchas violaciones ocurrieron en la prisión libia; las personas secuestradas que no podían pagar el rescate eran conducidas de regreso al desierto para morir; otros murieron en el Mediterráneo; Al llegar a Italia, Kouassi pasó años trabajando por salarios casi de esclavo en los campos de Catania. Garrone deliberadamente “eliminó [tales eventos] porque queremos que la película llegue a una amplia audiencia”, explicó Kouassi (“Los tres años brutales de Migrant tratando de llegar a Italia inspiraron la película nominada al Oscar ‘Io Capitano’”, AP, 16 de febrero de 2024). Sin embargo, podría decirse que el costo de proteger a la audiencia de la brutalidad total de la experiencia de Kouassi es privarlos del conocimiento que necesitan tener. Las extraordinarias tomas panorámicas de la película, tanto del desierto como del mar, se contrastan con el sufrimiento de las personas que los atraviesan: para el espectador, ¿esta belleza proporciona alivio al dolor? Hay algunos momentos místicos (como cuando una mujer que murió de sed en los brazos de Seyou es elevada mágicamente y vuela de regreso a casa) que suavizan el realismo contundente. Al centrarse en el viaje del protagonista desde la ingenuidad al conocimiento, la película se adhiere a la familiar trama de la “mayoría de edad”, sugiriendo que la frase “Io capitano” afirma el logro de la virilidad logrado con tanto esfuerzo por Seyou. Finalmente, la falta de una confrontación explícita de la película con las causas profundas de la migración durante la dominación imperialista de África occidental (acogidas con agrado por muchos críticos como señales de su universalismo humanista) permite al espectador empatizar emocionalmente con los personajes a nivel personal sin llegar a un acuerdo total con las razones de su situación de peligro.
Pero la película también invita a una interpretación irónica que debilita algunas de estas críticas. La sorprendente belleza del paisaje nos recuerda que la fealdad del mundo es social, no natural. Los raros momentos de misticismo surrealista dan testimonio de la intensa necesidad de Seyou de un consuelo casi religioso por su sufrimiento. Por encima de todo, el título de la película (“¡Soy el capitán!”) sugiere que los humanos somos cualquier cosa menos los capitanes de nuestro propio destino: la mirada preocupada de Seyou mientras se acerca a la imponente costa italiana no indica que le espera un futuro brillante.

“Io Capitano” ilustra la capacidad de la mayoría de las películas comerciales para abordar diferentes niveles de comprensión política, desde el liberalismo humanista hasta el antirracismo radical. Esta flexibilidad ideológica es inherente a la naturaleza de la producción cinematográfica popular bajo el capitalismo (Graeme Turner, Film as Social Practice, pp. 131-33). No obstante, la poderosa película de Garrone da testimonio de la urgencia del momento histórico actual, cuando la crisis de la migración masiva –como la actual guerra contra Gaza– está quitando cualquier velo que legitime el racismo imperialista. Se insta a los comunistas a ver esta película con sus amigos y discutir cómo ilustra la necesidad de un mundo muy diferente, uno en el que el verdadero universalismo sea posible gracias a la abolición del capitalismo y la creación del comunismo igualitario.