Lo que se desarrolla hoy en la Cachemira administrada por Pakistán (Azad Jammu y Cachemira, o AJK por sus siglas en inglés) no es una protesta pasajera, sino un levantamiento histórico de la clase trabajadora contra décadas de explotación, privaciones y traición. La clase trabajadora de Cachemira, silenciada durante mucho tiempo por la dependencia colonial y la codicia capitalista, rompe sus cadenas y entra en la historia como agente consciente del cambio. Su revuelta desafía no solo a los déspotas locales, sino a todo el sistema capitalista-imperialista que los sustenta.
El Comité de Acción Popular de Jammu y Cachemira (JAAC) no surgió de la noche a la mañana. Fue fruto de años de organización por parte de estudiantes, trabajadores y activistas progresistas y comunistas, unidos más allá de las divisiones sectarias y nacionalistas. Cuando el Estado desató una brutal violencia durante la huelga del 29 de septiembre de 2025 —con un saldo de más de una docena de muertos y cientos de heridos— esperaba aplastar la disidencia. En cambio, la sangre de los mártires encendió una rebelión más amplia. La maquinaria estatal flaqueó ante la fuerza unida del pueblo trabajador, obligando a los gobernantes a ceder.
El Partido Laboral Progresista (PLP) subraya que las reformas temporales no pueden acabar con la explotación permanente. La siguiente tarea es canalizar la indignación popular hacia la organización revolucionaria, vinculando cada lucha por el pan, la electricidad y las necesidades básicas con la lucha por el poder comunista.
Orígenes del movimiento JAAC
Los orígenes de JAAC se remontan a las movilizaciones de 2017-18 contra las facturas de electricidad abusivas, el robo de salarios y la privatización. Comerciantes locales, trabajadores del transporte, docentes y empleados públicos crearon redes de solidaridad que coordinaron huelgas y protestas en todo AJK. Para 2020-21, estas luchas se habían transformado en un frente unido contra la explotación sistémica.
La huelga general de mayo de 2023 marcó un punto de inflexión. Los mercados se paralizaron, el transporte se detuvo y decenas de miles de personas exigieron alivio ante los aranceles y la inflación insoportables. Las concesiones parciales del gobierno demostraron que la lucha de masas —no la política parlamentaria— es el verdadero motor del cambio. Esa victoria sentó las bases para el auge revolucionario de 2024-2025, cuando el carácter de clase del movimiento se hizo inconfundible.
Explotación y desigualdad
AJK genera más de 3.000 megavatios de electricidad, pero su población sufre apagones y tarifas prohibitivas. La presa de Mangla, construida en la década de 1960, desplazó a más de 100.000 cachemires, muchos de los cuales siguen sin recibir compensación. Mientras las comunidades locales soportan el coste, la élite capitalista pakistaní y sus aliados corporativos se embolsan los beneficios.
Más del 40% de la población de AJK sufre inseguridad alimentaria. El desempleo supera el 30% y los servicios públicos se han derrumbado debido a la austeridad. La energía hidroeléctrica, los bosques y los minerales de la región son saqueados en nombre del “desarrollo”. Esto no es mala gestión, sino la lógica de un sistema capitalista semicolonial que trata a AJK como una colonia interna de Pakistán, subordinada al imperialismo global.
Dominación política y “escaños para refugiados”
Uno de los instrumentos más claros de esta dominación es el sistema de “escaños para refugiados” en la Asamblea Legislativa de AJK. Doce escaños están reservados para personas que afirman ser refugiadas de Jammu y Cachemira, pero que han vivido en Pakistán desde 1947. No residen en AJK ni comparten sus condiciones materiales; sin embargo, la gobiernan.
Estas personas ya gozan de plenos derechos políticos en Pakistán, participando en sus asambleas provinciales y nacionales. La clase dirigente pakistaní las utiliza como testaferros para dominar la política de AJK, instalar gobiernos títeres y reprimir la autonomía local. Por lo tanto, la exigencia del JAAC de abolir estos doce escaños no es una reforma menor, sino un desafío revolucionario a una estructura política colonial que niega al pueblo de AJK la soberanía sobre su tierra y su trabajo.
La organización revolucionaria amenaza el capitalismo
Mediante una lucha tenaz, la JAAC ha logrado la derogación parcial de aranceles antipopulares, la restitución de los subsidios a la harina, la unificación de obreros, campesinos, comerciantes, docentes y estudiantes bajo una misma bandera, y la creación de comités de coordinación locales: las primeras semillas del poder popular directo. Estos esfuerzos han puesto al descubierto la naturaleza capitalista del Estado pakistaní y sus colaboradores locales.
Sin embargo, persisten las contradicciones. Algunos sectores de la dirección de la JAAC —pequeñoburgueses, reformistas y nacionalistas— buscan el compromiso en lugar de la revolución. Como enseñaron Marx y Lenin, sin un partido comunista revolucionario, la lucha espontánea permanece confinada a los límites del capitalismo. El movimiento debe avanzar de la reforma a la revolución.
Las masacres de Mirpur, Bagh y Muzaffarabad no fueron accidentes, sino actos deliberados de lucha de clases. El Estado defiende sus ganancias mediante la violencia y la represión. Lo que más teme no es la protesta, sino la organización: que obreros y campesinos desarrollen conciencia de clase y se preparen para tomar el poder.
El internacionalismo comunista es clave
La opresión de AJK no puede separarse del capitalismo global. El mismo sistema que impone la austeridad del FMI en Pakistán financia el genocidio sionista en Palestina, alimenta las guerras en Sudán y el Congo, y explota a los trabajadores desde Daca hasta Detroit. El enemigo es internacional; por lo tanto, nuestra lucha debe ser internacionalista.
Como enseña el PLP: «La lucha por las reformas solo puede servir a la revolución cuando expone la naturaleza de clase del capitalismo y ayuda a los trabajadores a organizarse para el poder».
Los trabajadores con conciencia de clase en la JAAC deben ahora tomar medidas concretas para construir comités populares liderados por comunistas en cada distrito, para controlar los recursos, la administración y la producción. Unan a trabajadores, campesinos, estudiantes y jóvenes, superando las barreras religiosas y regionales. Rechacen la política de las ONG, las ilusiones electorales y las distracciones nacionalistas que dividen a la clase trabajadora. Vinculen la lucha de AJK con movimientos antiimperialistas más amplios, desde India hasta Palestina, desde Cuba hasta Sudán.
Hacia un nuevo amanecer comunista
La sangre derramada en AJK no ha sido en vano: ha regado las semillas de un nuevo amanecer, un amanecer de revolución. El pueblo exige pan, pero está aprendiendo a luchar por el poder. Exige alivio, pero está comenzando a construir el comunismo. Llora a sus mártires, pero también se organiza en su nombre.
El levantamiento en AJK revela una verdad universal: los oprimidos no pueden confiar en parlamentos ni promesas; solo el poder organizado de la clase trabajadora puede acabar con la explotación. La reforma fue la chispa; la revolución es el fuego. El campo de batalla es global, y la clase trabajadora es su vanguardia.
El PLP internacional se esfuerza por brindar liderazgo y elevar la conciencia de clase entre trabajadores y estudiantes, uniéndolos bajo la bandera roja por una revolución comunista internacional.
¡Viva el PLP!
