El primer George Bush, presidente desde 1988 hasta 1992, murió el 30 de Noviembre del 2018, y desde entonces los medios patronales y los políticos no paran de ensalzarlo. Pero el brutal legado racista de Bush es haber causado la muerte y el sufrimiento de mucha gente de clase trabajadora en el mundo.
La clase dominante de EEUU quisiera que sus criminales desempeñasen sus funciones con discreción, no cómo el inepto de Trump. Bush fue un genocida que encubría sus actos alegando que promovía la democracia, como lo han hecho todos los gobernantes de EEUU desde el comienzo del negocio americano. No importa si evaluamos presidentes liberales o conservadores, demócratas o republicanos – todos ellos asesinan y explotan a los trabajadores del mundo para preservar su poder y riquezas. Ese es el imperativo capitalista/imperialista, un sistema que tenemos que derrocar con el poder obrero.
La Carrera de un Asesino
Como estudiante universitario en Yale, Bush perteneció a Calaveras y Huesos, una de las sociedades secretas de los adinerados hombres blancos cristianos, de donde la CIA recluta a muchos de sus miembros. Después de graduarse en 1948, Bush entró al negocio del petróleo en Texas y empezó su asociación encubierta con la CIA, usando sus negocios como pantallas. Su empresa de perforaciones Zapata, que irónicamente llevaba el nombre de un revolucionario Mejicano, estuvo implicada en el derrocamiento del gobierno legítimamente elegido del izquierdista Jacobo Arbenz, en Guatemala en 1954, auspiciado por la CIA. También estuvo implicada en la fracasada invasión de Bahía Cochinos en 1961, en Cuba, donde la familia de Bush tenía intereses en las plantaciones de azúcar, expropiadas por Fidel Castro.
Bush entró al Congreso en 1966 y al poco tiempo viajó a Vietnam con un oficial de la CIA para evaluar el Programa Fénix, una extensa operación estadounidense de represión y escuadrones de la muerte que torturó y asesinó de 25,000 a 50,000 insurgentes. También estuvo envuelto en la Operación Cóndor, un programa que hizo posible que los dictadores de derecha en Latinoamérica, como los de Chile y Argentina, asesinaran brutalmente a miles de disidentes. Más tarde, cuando Bush dirigía la CIA, de 1976 a 1977, un operativo de la CIA que trabajaba con el servicio secreto chileno detonó un explosivo que mató al diplomático chileno Orlando Letelier y a una de sus asistentes en Washington, DC. Bush deliberadamente desvió la investigación para proteger al asesino.
Otro genocida en la Casa Blanca
En 1980, Bush se convirtió en el vicepresidente de Ronald Reagan. Jimmy Carter había perdido su chance a la re-elección debido a que en 1979, 52 rehenes estadounidenses capturados en Irán durante el derrocamiento del Shah, gobierno que EEUU apoyaba, no habían sido liberados. Dado que a los rehenes los liberaron un día después de la inauguración de Reagan, hay una fuerte sospecha que Bush hizo un pacto secreto con los iraníes para garantizar la victoria de Reagan.
Una vez en el gobierno, el equipo de Reagan y Bush comenzaron una larga serie de acciones clandestinas y nefastas en Centro América. Somoza, el dictador que EEUU instaló en Nicaragua en 1930, fue derrocado por los Sandinistas en 1979. Con la esperanza de aplastar esta revolución, EEUU entrenó escuadrones de la muerte y torturadores, los Contras, en la Escuela de las Américas en Georgia y los abasteció de armas. Después que el Congreso aprobó una enmienda en 1984 prohibiendo la ayuda a los Contra, Bush, junto con su Asesor de Seguridad Nacional, Donald Gregg del Programa Fénix, y el director de la CIA William Casey, gestaron un plan secreto para seguir equipando a los Contra. El programa se financiaba vendiéndole armas ilegalmente a Irán y cocaína en las áreas pobres de las ciudades estadounidenses, mayormente en los barrios negros (Caso Irán-Contras).
Pero Bush fue el responsable de muchas más muertes y engaños una vez que salió elegido presidente en 1988. Poco después de su elección, invadió Panamá, con el pretexto de arrestar al dictador Noriega por tráfico de drogas, a pesar que Noriega había sido un apoyador de la CIA por muchos años y había permitido que la Contra embarcase drogas desde Panamá. Un ejército de más de 24,000 soldados invadió este pequeño país y masacró a por lo menos 3,000 personas, en su mayoría civiles. Esta invasión tuvo el propósito de superar la vergonzosa derrota que EEUU sufrió en Vietnam, restablecer la superioridad estadounidense en el hemisferio y eliminar a Noriega, cuyo tráfico de drogas era demasiado evidente. Por supuesto, se promocionó como un esfuerzo para “promover la democracia”.
Pero esto no fue sino un ensayo del terror que Bush desencadenaría en Irak, con la Operación Tormenta del Desierto, al mismo tiempo que creaba las condiciones para que su hijo lanzara una invasión total en el 2003. Los EEUU ya no estaban tan satisfechos en su relación con su otrora aliado Sadam Huseim, que controlaba el segundo depósito de petróleo más grande del mundo, amenazaba con comenzar a venderlo por euros en vez de dólares y era una posible amenaza a Arabia Saudita.
Bush lanza la guerra eterna contra Irak
El gobierno de Bush, a través de su embajador, le dio la impresión a Sadam que éste tenía permiso para invadir Kuwait, y después publicó historias totalmente falsas implicando a los soldados iraquíes en el asesinato de niños en un hospital infantil para justificar el ataque contra los invasores. Cuando los iraquíes iban en retirada, Bush les ordenó a sus soldados que “pusieran odio en sus corazones”, y atacaran al ejército en retirada despiadadamente en lo que se llamó la Carretera de la Muerte, y así mismo bombardearan Bagdad, incluyendo a un grupo de 400 personas que estaban en un refugio anti-aéreo. Ni el esperado derrocamiento de Sadam se materializó, ni la corta guerra que iba a demostrar la infalibilidad de la nueva alta tecnología del armamento estadounidense que iba a prevenir guerras futuras.
Además de las millones de vidas que destruyó la guerra secreta de Irán-Contras que se sustentaba con la venta de drogas, Bush también dejo un legado de muerte y discriminación contra los trabajadores estadounidenses que sufrían del SIDA. La epidemia del VIH estaba en su punto máximo en los 90, y 70,000 personas, en su mayoría gay, murieron durante su presidencia. Se redujeron los fondos para la investigación del SIDA, mientras que Bush le repetía a la gente que tenían que cambiar su comportamiento y criticó a ACT UP, la organización más importante que defendía a las víctimas del SIDA, por el uso “excesivo de su derecho de expresión”.
El legado de este gran “hombre de estado” fue una masiva guerra en Irak que todavía no se resuelve y ha causado más de un millón de muertos, el crecimiento del extremismo islámico, la muerte o discapacitación de millones de trabajadores por las enfermedades, drogas o encarcelamiento, y el aumento del racismo. Construyamos un Partido Laboral Progresista internacional para eliminar el capitalismo del planeta y asegurarnos que ningún “gran político” va a arruinar nuestras vidas.
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George H.W. Bush – Esbirro racista del imperialismo
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- 23 Diciembre 2018 99 visitas