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Stranger Things: Nostalgia imperial y la amenaza roja

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12 Octubre 2019 101 visitas

El argumento de la serie de Netflix Stranger Things es bastante simple: un chico se pierde cerca de un laboratorio de alta seguridad del gobierno. En busca de respuestas, la serie revela las cosas más extrañas: fuerzas sobrenaturales, un experimento de alta seguridad del gobierno, y una chica con poderes telequinésicos.
La última temporada es una celebración del consumismo retrogrado y del anti comunismo. La historia, situada en el medio-oeste estadounidense de los años 80, nos cuenta el cuento que el mal más grande que enfrentaba la clase trabajadora durante la era de Reagan, el imperialismo de la guerra fría, y el racismo desenfrenado eran los rusos soviéticos.
En el actual periodo en que el imperialismo de EEUU está en declive y una guerra mundial con China y Rusia se cierne en el horizonte, esa mirada nostálgica al imperio estadounidense en su apogeo les ayuda. A los medios de la clase dominante liberal les encanta usar el anti comunismo como herramienta para promover el nacionalismo estadounidense y las ideas anti rusas que se puedan usar en una guerra.     
La Imagen del Villano Ruso
La actual paranoia pública anti rusa, que se da desde las elecciones presidenciales del 2016, prepara a la sociedad para un conflicto real entre estos dos poderes imperialistas. Visto desde esta perspectiva, Stranger Things es parte de estos planes de guerra. La serie se sitúa en un tiempo en que la propaganda anti soviética era tan estadounidense como los pasteles de manzana, una campaña que promovía el Partido Demócrata y sus medios de comunicación liberales. La serie imita la histeria anti comunista de los 80, que ya hemos visto en películas como Rojo Amanecer (1984). La mayor diferencia entre entonces y ahora es el declive relativo del poder estadounidense.
La nueva temporada comienza con el científico Alexis y el asesino a sueldo Grigori, de la Unión Soviética capitalista, mirando una maquina detrás de un panel de vidrio. La inadecuada tecnología rusa ya ha electrocutado a tres tipos. El director científico se defiende en ruso, “Camarada General, estamos cerca. Puede ver nuestro progreso. Pero necesitamos mas tiempo—” [allí Grigori levanta al patético científico por el cuello y lo estrangula].
Los rusos tratan diabólicamente a los trabajadores. Esa no es la actitud de los comunistas. Aun más, el uso de la jerga comunistas que usan los villanos se burla de la historia. Aunque la Unión Soviética haya ya retrocedido al capitalismo, a los medios capitalistas les conviene para promover el patrioterismo estadounidense envuelto en un paquete anti comunista.
La cámara nos lleva desde el laboratorio a las montañas de lo que asumimos es Rusia. El general en jefe y Grigori van hacia su helicóptero privado en el techo de un castillo gris recubierto de nieve y en el que ondea la bandera comunista. ESTE es el cuartel diabólico—lejos de los suburbios estadounidenses llenos de jardines verdes y piscinas segregadas.
Una peligrosa nostalgia por los EEUU de los 80
Stranger Thingsrefleja el tiempo de la economía racista del mercado libre. “Un sistema económico de mercado libre puede ser a la vez profundamente dañino al pequeño comercio (véase la llegada del centro comercial Starcourt a Hawkins) y una preferible alternativa al comunismo autoritario de los enemigos de América en los años 80” (The Atlantic, 4/7). Los carteles por la ciudad anuncian, “Salvemos el centro, no a los centros comerciales”. Un personaje, Lindsay, propone al periódico una historia sobre la dislocación de los pequeños comercios pero en la redacción, en la que todos son hombres, se burlan de ella.
Debajo de este centro de compras impulsivas, sobre-consumo y esclavitud salarial se cierne una amenaza mayor—la conspiración Rusa. El peligro de esta narrativa es que trata de hacer creer a la gente que Rusia equivale al comunismo, y el comunismo equivale al terrorismo.  
Traiciones de clase
El caso de Murray y Alexei presenta otro nivel de este anti comunismo. El periodista y traductor del ruso, Murray, secuestra a Alexei. Estos dos se convierten en los mejores amigos cuando el primero transforma y compra la lealtad a EEUU del segundo con helados granizados de 7/11, juegos de carnaval y comida rápida. Los placeres del consumismo estadounidense pueden convertir a un ruso desalmado en un alma de dios y guiarlo en la dirección correcta.
Erica, la hermana de 10 años del protagonista Lucas, no necesita ninguna transformación ya que de antemano valora el capitalismo estadounidense. Cuando le piden a Erica que espié a los rusos subiéndose por unos tubos de ventilación, explica qué es lo que más ama de EEUU—el sistema de mercado libre y exige que le garanticen una entrega vitalicia del helado de “caramelo USS”.   
La única joven negra de la temporada es inexplicablemente pro-capitalista y anti comunista. Curioso como la más explotada y oprimida bajo el capitalismo—la trabajadora negra—está representada como la que mas apoya su propio fin.
¿Quién es el monstruo?
Hay que romper esa ilusión de un nostálgico EEUU en los 80 que Stranger Things vende. Sin una crítica apropiada dentro de la historia, tranger Things no es más que una celebración cultural de los EEUU como el máximo asentamiento anti comunista y promueve ese sentimiento con sus ambiciones capitalistas.
Semanas después de la inauguración de la serie, la heladería Baskin Robbins inició la promoción del helado de Caramelo USS en una campaña por el sabor del helado de Stranger Things. ¿Cómo llegamos de los seres inter espaciales y la ficción nostálgica a la promoción capitalista? Si dejamos que la clase dominante nos lo cuente, la amenaza siempre es externa, nunca el sistema mismo, pero en este caso la Unión Soviética es un demonio de otro mundo.
Esto está relacionado con las noticias actuales en las que a la clase dominante, a los políticos liberales y a los negocios se les describe como un mal necesario, mientras que se presenta a los comunistas e inmigrantes como un mal real, que está aquí sólo para infligir violencia contra los estadounidenses patrióticos y sus valores. Como la mayoría de la propaganda anti comunista, el mal que atribuyen al comunismo es ya una realidad viviente dentro del capitalismo. Stranger Things es una proyección; la pesadilla soviética es simplemente un reflejo de la propia cultura capitalista de los EEUU.
Stranger Things comenzó como una serie sobre monstruos pero se perdió de identificar al verdadero. Cuando vea esta serie, tome una actitud crítica contra esta propaganda y defienda la perspectiva de toda la clase trabajadora internacional.