“Ya no tengo fe, esto es horrible”; a Smith Medical le exige una disculpa pública y que asuma su responsabilidad por haber destruido a mi familia; “son unos desgraciados”, dijo entre lágrimas Juan N., un trabajador de Tijuana, que perdió a su esposa y a su hija de 25 años, ambas por coronavirus. Madre e hija laboraban en la citada empresa y no recibieron la atención adecuada y oportuna. A pesar de que tenían toda la sintomatología del Covid-19, el médico de la planta les decía que era una simple gripa. Solo les recetaba analgésicos para que regresaran a trabajar. Hasta que ambas se agravaron y murieron en un hospital del Seguro Social, con poco más de una semana de diferencia. Esta noticia se divulgó semanas antes de llegar al pico de la pandemia y demuestra que ni a las empresas, ni al gobierno les importan las vidas de los trabajadores.
Desde el 31 de marzo de este año el Consejo General de Salubridad del gobierno de México decretó la emergencia sanitaria por Covid-19. Por lo que debían suspenderse las actividades no esenciales en los sectores público, social o privado. Sin embargo, muchas empresas no acataron esa disposición y el gobierno de manera cómplice no las obligó a cumplirla. En Baja California, debido en gran parte a las protestas de los obreros en algunas plantas, se logró que suspendieran actividades alrededor de 50 empresas que no realizaban actividades esenciales. Pero, el gobernador y empresario Jaime Bonilla, perteneciente al partido gobernante de Morena, las reabrió el 4 de mayo con el argumento de que eran parte de la cadena de suministro de productos esenciales.
El Partido Laboral Progresista lamenta la muerte de nuestras hermanas obreras. También lamentamos las muertes de todos los trabajadores que han muerto por la incapacidad de este sistema capitalista criminal de cuidar sus vidas y salud. Honramos su memoria con coraje para luchar contra este sistema asesino y construir una nueva sociedad donde ningún trabajador muera por las ganancias de unos cuantos. Luchamos para que trabajadores como Juan N. recuperen la fe en su propia clase y en un futuro de igualdad social.
Lamentablemente el caso de Juan N, su esposa y su hija no son aislados. Hasta el 16 de mayo pasado, en Baja California habían muerto 519 personas por Covid-19, de las cuales 432 eran obreros de las maquiladoras. A nivel nacional el Estado ocupa el segundo lugar en muertes y el tercero en contagios. Mientras las maquilas ocultan los brotes, los trabajadores son los que denuncian su estado de salud y el de sus compañeros. Una obrera de la filial estadounidense Breg, Inc. que manufactura artículos médicos, aseguró que contrajo el virus en la planta donde trabajaba. A pesar de que había casos positivos dentro de la empresa, los patrones no aplicaron ninguna medida para prevenir que los obreros en la fábrica y sus familias se infectaran.
Bajo el capitalismo las vidas de los trabajadores no importan, no tienen ningún valor, son desechables. Lo único que importa son las ganancias de los patrones. El gobierno les garantiza a los capitalistas a través del poder estatal que puedan apropiarse de la riqueza que se produce colectivamente cuando los trabajadores transformamos las materias primas en mercancías. Bajo una sociedad comunista dirigida por la clase trabajadora, sus vidas y necesidades serán el principal interés social. Bajo el comunismo, si fuera necesario, se detendría toda actividad para proteger la vida de los trabajadores; la organización social y la fuerza del estado darían la garantía de que así se hiciera. Así ocurrió cuando los trabajadores en la Unión Soviética y China enfrentaron y eliminaron muchas enfermedades que hoy en día siguen azotando a millones de personas en el mundo y otras que resurgen como la tuberculosis y la lepra. Incluso en la actual pandemia hay comunidades que de forma colectiva y organizadas han enfrentado al virus con relativo éxito.